AméricaBrasilCon arena en la mochilaManaos Amazonas Brasil

Amanecía un nuevo día en el Parque Nacional de Jaú, en pleno Amazonas de Brasil, donde continuábamos nuestra aventura disfrutando de la selva que se abría ante nuestros ojos. Nuestro guía Luis seguía enfermo y de capa caída diciendo que tenía miedo porque Manaos quedaba muy lejos. Temblaba y sudaba como un cochino e intentaba dar pena, pero todos sabíamos que lo que tenía era su merecido por comilón y ansias jaja. Nuevamente nos fuimos con Cosmo a casa de Claudette donde nos invitó a desayunar café con mandioca. Sus dos hijas se quedarían allí solas, no iban al colegio y tan sólo tenían algún libro que les manda el gobierno de vez en cuando, el cual no saben leer.IMG_5166

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Nos iríamos de nuevo en el barco con las canoas enganchadas para adentrarnos en unos igarapés que ella conocía. Los igarapés son otro típico paisaje del Amazonas formado por canales muy pequeños que se deslizan entre la espesa vegetación. Volvimos a ver nutrias pero esta vez se escabulleron muy rápidamente. Llegamos hasta donde Cristo perdió el gorro, pasando desde una zona de humedales hasta lo más profundo que recuerdo. Canales donde el agua estaba estancada desde hacía tiempo y la misma canoa iba dibujando un carril sinuoso al pasar.

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Pasamos decenas de árboles caídos donde teníamos que agacharnos o estirarnos completamente para pasar. A su vez, Claudette se abría camino con unos cuantos machetazos, tenía la fuerza de un monstruo, cualquiera se metía con esta mujer! Durante la mañana hicimos varias paradas para estirar las piernas ya que varias horas de canoa te deja el culo “cuadrao”!

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En una de estas paradas Claudette descubrió nidos de tortuga con huevos en su interior. Empezó a meter el dedo índice en la arena blanda hasta que descubrió un punto débil para ponerse a escarbar. La buena de Claudette se agenció los huevos blanquitos y pequeños para cómerselos más tarde en casa y nos daba la mitad para nosotros. Ya le advertimos que no los queríamos y luego hablamos con Cosmo sobre el tema. ¿Cómo es posible que en la entrada del Parque Nacional hubiera carteles con programas de protección a las tortugas terrestres, cuando luego cada uno hace lo que le da la gana? ¿Cómo podíamos decirle a alguien que ha vivido siempre allí y vive de los recursos que le da la selva, que aquello estaba mal? Lo que es seguro es que si no dejan que el ciclo se renueve y se comen tanto los huevos como a las tortugas grandes, algún día se extinguirán y se les acabará el rollo.

Ya de vuelta, Claudette se puso a intentar pescar con uno de los anzuelos que habíamos traído de Manaos. Consiguió pescar un pececillo ya que las pirañas se mostraban más reacias, a pesar de picar se escapaban en el último momento. El paseo estuvo bien, vimos tan sólo insectos pero en poca distancia pasamos por muchos paisajes distintos, desde el Río Jaú hasta lugares inhóspitos donde no sabíamos cómo pudo ser capaz de salir, ya que son perfectos para desorientarse. Ya en casa de Claudette, nos enseñó una cubeta con algunas tortugas todavía vivas listas para la próxima comida. Ella se rechupeteaba los labios diciendo lo buenas que estaban “Tartaruga muito gustoso” decía la colega. Una lástima.

Al volver al refugio Luis resucitó y ya se encontraba algo mejor. Bien chavalote! Había tardado lo suyo en recomponerse y parecía que nos acompañaría de nuevo. Había cocinado arroz y pollo y seguíamos con el mismo ritual de siempre con nuestro plato-botella. Al menos esta vez volvió a cocinar él. Nos quiso encasquetar los huevos de tortuga y le dijimos por tercera vez que no, todavía no se daba cuenta que no nos gustaba esa dejadez por la naturaleza. Si habíamos decidido ir a un Parque Nacional y no a un territorio sin proteger era por algo.

Tras unos días sin ducharnos y sudando a diestro y siniestro ya no podíamos más y acabamos sucumbiendo a bañarnos en el río. La verdad es que nos supo a gloria, pero peor fue cuando Cosmo se enteró que nos habíamos metido enteritos en el agua… Nos comentó que a pesar de estar en la orilla, había que irse echando agua con un cuenco y no meterse entero, porque luego venían los lloros. Nos contaba que en esa misma zona, yacarés y anacondas habían acabado con la vida de gente en situaciones tan cotidianas como esta y que a pesar de la tranquilidad nunca había que fiarse. Bien por nosotros, que estuvimos media hora haciendo el tonto en el agua a ver quien se metía más adentro jaja. Para colmo también nos suelta que por la mañana Claudette se había arriesgado demasiado por los canales al adentrarse mucho en la selva y él no las había tenido todas consigo si hubiésemos teníamos un problema, adrenalina a tope!

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Por la tarde volvimos a hacer una trilha o caminata con Luis, partiendo del refugio en una zona de terra firme con una vegetación muy densa. El objetivo era volver de noche, así que nos llevamos los focos y linternas, estaría muy chulo. Vimos muchas arañas y orugas urticantes y a pesar de escuchar a los monos aulladores nos quedamos con las ganas, puesto que fue imposible saber donde se metían.

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A esas alturas del tour nosotros estábamos encantados con Cosmo y Claudette y casi que preferíamos ir con ellos que con Luis. Le sacamos algunos temas delicados de conversación diciéndole que había muchas cosas que no entendíamos. El hecho de pescar, si realmente no se podía, lo de coger los huevos de tortuga o directamente comerse a estas, el hecho de que los animales sean tan asustadizos… Él nos contestó que en Brasil es así, siempre ha sido así y será así, que todos los tours hacen los mismo y que incluso los guarda parques hacen la vista gorda con el tráfico animal. Que a pesar de ganar un gran sueldo y ser pagados por el IBAMA, con tal de ganarse un dinero extra dejan entrar y sacar lo que sea. Que el hecho de que sea Parque Nacional sólo quiere decir que no está permitida la deforestación,  pero que por mucho cartelito que haya se permite cazar, pescar y hacer lo que sea a los residentes en ese territorio como son los cabóclos.

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Cierto es que el Parque Nacional de Jaú es una de las pocas zonas totalmente preservada de tala, tan sólo hace falta echar un vistazo a Google Earth para ver verde ininterrumpido en la pantalla del ordenador. Pero también es lástima que para las poquitas zonas protegidas que hay en toda la Amazonia, se deje de vigilar concienzudamente y haya tal corrupción en cuanto a animales y preservación se refiere. Es algo que ya se sabe, pero que al verlo de primera mano te duele más. En resumen y a la práctica, no hay tal diferencia dentro o fuera del parque, ya que tanto cabóclos como quien sea, pescan o cazan lo que le viene en gana sea donde sea. A esto se le suma el hecho que en ocasiones los guardaparques hacen la vista gorda previo soborno. Esta desidia o actitud de bajar los brazos es algo que no se comprende. Es algo tan instalado que parece que sea inamovible y al final los mismos perjudicados son los propios brasileños que al fin y al cabo viven allí, a pesar de que el Amazonas es importante a nivel mundial e imprescindible para el planeta.

Ahora entendíamos todo… para que comprar más provisiones pudiendo “pillar” lo que sea que nos de la naturaleza con la excusa de hacer un tour más “survival”. Le hicimos saber por enésima vez que no era lo que habíamos querido. Que con el precio pagado daba de sobras para comprar más provisiones que cabían sobradamente en el barco y no tener que pescar en territorio prohibido. Que estábamos hartos de arroz y que tendría que haber sabido administrar mejor lo que teníamos y no comérselo todo él sin ni siquiera racionarlo. Aquello parecía más las peleas del programa de Supervivientes jaja.

Volvimos de la caminata ya con plena oscuridad, algo que realmente impresiona con todos los sonidos que se levantan al anochecer. Aquella noche la acabamos denominando la noche del jaguar. Tras la cena, Cosmo nos contó mil y una batallitas incluyendo una en la que comentaba que allí mismo hacía unas semanas, un hombre se tuvo que tirar al río cuando le perseguía un jaguar. Nada más acostarnos, al poco rato empezamos a oír pisadas de algo grande en los alrededores, aunque personalmente yo creía que era un tapir antes que un gran felino. Dos de los perros de Claudette pasaron la noche con nosotros y en ese mismo instante comenzaron a ladrar y correr de un lado para otro, «los perros avisan de algo» decía Cosmo. Allí estábamos los seis solos y cada vez se oía algo más cerca, hasta que Cosmo y Luis se levantaron para alumbrar. Ya con el rostro serio quisieron que fuéramos a dormir a la barca pero no hizo falta, ya que fuera lo que fuera aquello lo asustamos y no volvió a oírse. El mejor de todos fue Adri, que a pesar de su casi 1,90 fue el primer acojonadillo jaja. Allí no durmió ni Dios hasta bien entrada la madrugada!

A la mañana siguiente escuchamos una de las frases estelares del viaje. A la pregunta: “Luis, que hay para desayunar?”, la parsimoniosa y aburrida voz del colega decía “Naaaaaaadaaa”. Grande Luis, pero «me cagüen tu madrecilla» un poco! Había que apañárselas y encontramos por allí unas castañas brasileñas abandonadas en una antigua choza de caboclos, que había que ir sacando como de una especie de cocos duros. Pues a eso que nos pusimos y a base de machetazos para partir aquellos cocos, nos hicimos con una bolsa entera que nos daría proteínas suficientes.

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Parque Nacional de Jaú Amazonas Brasil

Abandonamos el refugio y pasamos por la casa de Claudette para despedirnos, aunque no estaba. La «bestia parda de Jaú» habría salido de nuevo de caza o vete tú a saber qué. Así que nos despedimos de las hijas y les dejamos un poco de arroz, alguna que otra bebida, algo de ropa y algunas chorradillas como coleteros o champús. Por un lado nos daba rabia ciertas cosas que hacían, por otro lado habíamos visto a esta familia humilde lo cercana que había sido con nosotros abriéndonos las puertas de su casa. Como siempre sensaciones encontradas, algo típico en los viajes.

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Parque Nacional de Jaú – Río Carabinani

Del Río Jaú nos trasladamos hasta el Río Carabinani, situado más abajo y donde el paisaje vuelve a cambiar por completo. Aquí, al igual que en Río Jaú estaba Claudette, tan sólo había una familia que vivía y recibía turistas de tanto en cuanto. En un margen del río y situada en altitud, estaba la pequeña casa de otra familia, hecha de madera  y en la que nos encontramos con Gabreao, un niño que sería todo un personaje.

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Gabreao era un niño de 13 años pero muy maduro para su edad y que sabía moverse por allí como pez en el agua. Nada más llegar nos explicó donde pondríamos nuestras hamacas y se subió a un árbol en dos saltos. Como si fuese un mono, escaló para bajarnos unas frutas que no habíamos visto en la vida.

El tío estaba encantado de tenernos, aunque nos hablaba en portugués y no entendíamos todo, a Gabreao le importaba un pimiento. Para él éramos sus invitados y nos explicaría todo lo que sabía, la verdad es que tenía madera de guía, mucho más que Luis. Gabreao era el amo de Carabinani. Lo mismo nos pescaba una piraña para que la viéramos, como te explicaba todos los animalitos que veía desde su casa, tenía un desparpajo increíble. Gabreao tenía una hermana, Maria Eduarda mucho más tímida y de menor edad y con los dos tuvimos entretenimiento hasta la hora de comer jugando a un domino muy raro y dando una vuelta por los alrededores.

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Teníamos una carne conservada en sal guardada como oro en paño, ya que aquellas alturas el hielo de la nevera hacía tiempo que se había derretido. Eso fue lo que nos tocó comer ese día mientras que el zampabollos de Luis se pegaba un festín de tartaruga en compañía de la familia de cabóclos con la que estábamos. Ante todo, ejemplo de guía no mostraba mucho y eso nos reventaba. A nosotros todo aquello nos daba mucha lástima, cargarse un montón de tortugas muchas de ellas en peligro de extinción, pero en fin… A pesar de nuestra impotencia, allí estaban asando los caparazones al lado de nuestra carne rancia.

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Por la tarde nos fuimos río arriba remontando los rápidos de las Carabinani falls en una canoa con Luis y dos miembros de la familia. Recorrimos un paisaje de vegetación exuberante y árboles inmensos, un lugar realmente bonito río Carabinani arriba. Pasados los rápidos hicimos una pequeña caminata y llegamos hasta las rocas que sobresalían en medio del río. La verdad es que apetecía darse un baño por el calor, pero cualquiera se metía.

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Los miembros de la familia se pusieron a intentar pescar y nos invitaron a hacerlo. A ninguno nos entusiasmaba la idea ya que preferíamos seguir caminando o simplemente disfrutar del lugar para refrescarnos los pies. A mí personalmente no me ha atraído la pesca nunca, porque lo veo aburrido y jamás lo había hecho. Adri se animó a ver si caía algo lanzando continuamente el anzuelo para tirar del hilo, no teníamos cañas. Con la suerte del principiante pescó un pez gato llamado Jaú, uno de los más típicos del Amazonas. Para sacarlo se las vió y las deseó ya que el bicho era bastante grande, como de unos 50 cm. Nos dijeron que se podía comer aunque no era muy común, pero de todas maneras a pesar de estar pasando bastante hambre, nos daba mucha pena y entre varios lo devolvimos de nuevo al agua.

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Tras la gracieta le comentamos a Luis que espabilase, que preferíamos hacer otras cosas y nos prometió salir al día siguiente en barca al amanecer. A esas alturas no nos cortábamos un pelo y le mostrábamos claramente nuestro malestar. Si es que el tío era nulo! Ya por la noche nos acabamos durmiendo en nuestras hamacas, tras una charla con Gabreao que con su desparpajo quería saberlo todo de nuestro país, sobretodo en cuanto a precios se refiere. Se sorprendía de todo lo que costaban las cosas en Europa y es que el tío iba para economista por lo menos! La verdad es que nos lo hubiéramos llevado en la mochila de haber podido, seguro que nos habría enseñado más cosas que Luis.

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A la mañana siguiente salimos a recorrer dos igarapés muy bonitos que se situaban cerca de la casa. Los árboles y las lianas rodeaban todo el paisaje y abundaban sobretodo los enormes ficus. El día anterior habían visto un tapir y hacía poco un jaguar descansando en la orilla, pero nosotros no tuvimos esa suerte. Teníamos muchísima hambre y empezamos a fantasear con comida de manera bastante masoquista. Empezamos a pensar en que nos apetecería comer en ese momento y la conversación dio para bastante, pero todavía nos quedaba un día para llegar a Manaos y habría que aguantar a base de arroz y cebolla. Para colmo Adri tenía todo el cuerpo lleno de picaduras y salvo mi hermana Jeni, acabamos todos con unas cuantas garrapatas adheridas al cuerpo. El cansancio había hecho mella y las ansias por comer nos podían bastante más a Adri y a mi, que en ese momento parecíamos zombis de The Walking Dead.

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Al volver nos despedimos de Gabreao y su familia y partimos dirección Manaos deshaciendo el camino y volviendo a descender por el Río Negro. Nos esperaban horas de navegación hasta llegar de nuevo a Novo Airao directamente, donde por fin con una pájara encima considerable, pudimos comer! Se lo hicimos pagar caro a Luis y nos atiborramos a salgados en un local del pueblo, los famosos saladitos fritos brasileños rellenos de carne, queso, etc.

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El río llevaba una corriente que no vimos en la ida y había unas olas bastante importantes que hacían tambalear la embarcación. Fuimos dando botes durante buena parte del trayecto hasta llegar ya a oscuras al embarcadero donde vimos los botos o delfines rosados, propiedad del hermano de Cosmo. Decía que por la noche no es recomendable navegar por los piratas que asaltan otros barcos, algo que ni sabíamos que existía en el Amazonas.

Sería la última vez en nuestras queridas hamacas y… que había para cenar…?  Según Luis pan con Guaraná! (aunque bueno, ni siquiera él sabía que hacía mucho se había acabado el Guaraná) Nos tomas el pelo? Mientras él salió de la cocina de la familia que allí vivía masticando, pero a nosotros no nos quedaba otra que unas simples galletas que pudimos comprar al repostar en Novo Airao. Con el vaivén de las hamacas al lado del agua nos quedamos dormidos al instante.

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A la mañana siguiente Cosmo y su familia tuvieron la dignidad de darnos fruta variada para desayunar y un café caliente que nos supo a gloria. Allí mismo tomamos nuestro último baño en el río al tiempo que los delfines rosados se acercaban de vez en cuando justo en frente nuestro. Esa imagen y el Sol que se levantaba en el horizonte, fue otro de los bonitos recuerdos que guardamos de aquellos días, aquello se acababa.

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Manaos – Iranduba

Durante la misma mañana llegamos a los alrededores de Manaos e hicimos un pequeño paseo con la barca por una zona selvática muy bonita, donde pudimos ver monos ardilla que correteaban por las ramas. Recorriendo los canales de la zona sur de Manaos, llegamos a uno de los restaurantes flotantes que por allí hay para comer tipo buffet, se llamaba Rainha da Selva en Iranduba y estuvo muy bien. Comida brasileña sobretodo a base de pescados del Amazonas.

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Ahí nos dimos cuenta de la desconexión que habíamos tenido todos aquellos días sin ver un solo turista en Jaú. Nada más llegar, empezamos a ver gente bien vestida y perfumada que llegaba tras su tranquila excursión para ponerse a gusto en el buffet. Nosotros llevábamos roña para parar un tren, aunque por suerte nos dejaron entrar jeje.

En los alrededores del restaurante, que estaba en plena naturaleza, había un puente sobre un riachuelo donde Cosmo nos dijo que llegarían dos tipos de monos tarde o temprano. Justo antes de comer vimos una familia de un montón de monos ardilla de tamaño pequeño que no dudaban en acercarse a ver si tenías algo de comer, se notaba que la gente les da.

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El otro grupo fueron macacos de mayor tamaño y de color marrón, a los que Cosmo se tiró un rato llamando a gritos. Estos se les veía más resabiados y el jefe de la manada no dudaba en sacar los dientes en señal de amenaza. La verdad es que a más de uno sobretodo a los pequeñitos, te dan ganas de llevártelos para casa, pero donde están mejor que en su salsa, en su selva y brincando por las ramas…

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Como última parada de la ruta salimos de aquellos canales de aguas marrones y turbias al gran Solimoes, o lo que es lo mismo el río Amazonas. Pedimos a Cosmo que se pasase por el Encontro das Aguas, el punto al este de Manaos donde el Solimoes y el río Negro se encuentran por vez primera para no mezclarse hasta varios km después. Una línea que separa a ambos ríos puede verse de manera muy clara y esto es debido a la diferencia de densidad, temperatura y componentes de las distintas aguas.

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Encontro das Aguas Manaos Amazonas Brasil

Y aquí acabó toda esta aventura en la que disfrutamos mucho de la inmensidad de la Amazonia y pudimos ver también las injusticias de las que es víctima. Ya tan sólo nos quedaba hacer alguna compra en el mercado de Manaos como el machete Tramontina que nos había acompañado durante esos días, de hecho Adri se llevó el original que habíamos utilizado, obsequio de Cosmo. Nos despedimos de todos y directos al aeropuerto de Manaos para salir dirección a Rio de Janeiro de madrugada.

Tras haber visto el Amazonas en su vertiente brasileña ojalá podamos visitar algún día el lado peruano o colombiano y volver a vivir una experiencia parecida. Para quien le guste la naturaleza, los animales y el sentirse muy pequeño entre tanta grandeza, es un destino a tener muy en cuenta.

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6 comentarios

  1. Que te puedo decir…. El articulo estuvo increible, mil sensaciones al leerlo, la verdad que muy bien contado y las fotos geniales. Parece un libro corto!

    No me quedo claro porque no se comieron el pescado que lograron atrapar si tenian tanta hambre! Jaja.

    Te has ganado un lector frecuente, procedere a compartirlo.

    Mi blog aun no es sombra del tuyo, pero paso a paso se logra. Abrazos desde Africa y felicitaciones por ese gran escrito.

    • Hola Miguel, pues que te podemos decir… muchísimas gracias por pasarte por el blog y sobretodo por tus palabras!
      Un colombiano en África, buena mezcla! Muy interesante toda tu trayectoria esperamos seguir tus peripecias por Uganda y el continente africano que nos encanta. Si hay un país que le tenemos muchas ganas desde hace tiempo es Colombia, nos encantaría verla de cabo a rabo.

      El pez gato Jaú no nos lo comimos intentando hacer el mínimo impacto posible, ya que estábamos dentro de Parque Nacional (aunque eso en Brasil cuente más bien poco) y la pesca en teoría está prohibida. Nos quedaba un día para volver a la civilización y quisimos aguantar el hambre y devolver el pez al agua ya por pena (a parte que el pez gato no es de lo más comestible). Si te gustó la aventura por el Amazonas tienes también la primera parte del escrito en el apartado Brasil.

      Mucho ánimo por tierras africanas y nuevamente gracias por pasar por nuestro modesto rincón. Un abrazo!

      Robert y Ely

  2. ¿Vosotros podéis comer carne de vaca o pollo (que además de estar contaminada, su producción industrial favorece el efecto invernadero y la deforestación) pero los indígenas no pueden alimentarse de los recursos que les ofrece el medio ambiente en el que viven? Vaya, ¿qué diferencia hay entre comerse una gallina previamente torturada en un feed-lot o una tortuga del Amazonas? No seamos tan hipócritas.

    • Hola Lucía, no está demás saludar y presentarte si te pasas por aquí.
      Las tribus indígenas no contactadas son las únicas que históricamente viven dentro de un parque nacional y las únicas que pueden subsistir gracias a los recursos de la selva. Un ejemplo claro está en el mismo Brasil con los Yanomami o en Perú en el Parque Nacional del Manu que recientemente visitamos y está muchísimo mejor conservado. Estas tribus viven y protegen su entorno y le dan importancia a la madre naturaleza en sus creencias.

      A partir de aquí creo que has confundido términos. Nadie ha hablado de indígenas en Jaú, los caboclos que son los habitantes de este lugar, comercian y viajan a Manaos asiduamente y no están en aislamiento a parte de recibir ayudas del gobierno. Lamentablemente el gobierno brasileño a su vez no hace lo suficiente en proteger sus parques y efectivamente los caboclos se cargan tortugas a cientos en peligro de extinción o monos alfa, condenando al resto de la manada.

      En cuanto a lo que hagamos o dejemos de hacer nosotros personalmente por el cambio climático te aseguro que está bastante por encima de la media. Creo que has ido a dar con gente muy consciente del tema precisamente.

      Saludos

  3. He estado 4 veces en la cuenca amazónica, desde sta Isabel del Río Negro, Marmelos, Barcelos y hasta Guapore contra Bolivia. También he recorrido el río Piquiri en el pantanal. Me hacen gracia vuestros cuentos, vuestra ingenuidad y urbanismo típicamente europeo. Creo que deberían darle más rigor científico , informarse más previamente, aunque perdieran algo de encanto los relatos. Ojalá hubiera comenzado a vuestra edad, lo hice a los 50 años cuando la ornitologia se convirtió en mi hobby y las áreas protegidas en mi objeto de estudio. Sana envidia y seguir así, sin ser fundamentalistas en ninguna cosa, aún en conservación .

    • Hola Pelayo gracias por pasarte por aquí. La verdad es que no hemos entendido mucho tu comentario, no sabemos si se trata de una crítica constructiva o destructiva.
      A pesar de que somos de Barcelona, como a tí nos encanta la naturaleza e intentamos documentarnos sobre el lugar antes y después de ir. En el caso de Jaú lo único que queríamos transmitir es que a pesar de ser un Parque Nacional, a la práctica no creemos que lo sea. ¿Somos ingenuos por creer en la conservación perfecta? Creemos que todo es posible o como mínimo mejorable. A la vista está ciertas zonas del Pantanal en el que también estuvimos, o el Parque Nacional Manu en Perú que hemos visitado hace poquito.

      Un saludo!

      Robert y Ely

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